En algún día, entre los años 1,930 a 1,935; don Justo Mora Llano, quien nació en Villacín, Tineo; pueblo perteneciente al principado de Asturias, España.
Decidió probar fortuna y emigrar a América. Viajó hacia la Habana, Cuba; donde parece indicar que este lugar no terminó de convencerle, por lo que se encaminó hacia Guatemala.
Al arribar a este país, enfiló hacia el norte, a Petén, se dedicó a la agricultura y ganadería; sin embargo, las cosas no resultaron como él deseaba; por lo que optó por reemprender viaje y fue hacia el occidente del país y se estableció en Quetzaltenango; lugar que lo cautivó.
Siendo don Justo una persona muy luchadora, trabajador, incansable y con visión; emprendió su actividad comercial, poniendo una abarrotería; el almacén "La Florida". Con empeño y dedicación, se dedicó a su negocio siendo uno de los primeros comerciantes en adquirir camiones para transportar la mercadería, así también estuvo entre los pioneros en la importación de artículos como uvas, manzanas, leche en polvo, aceitunas, parafina y vinos; los cuales traía de Estados Unidos y Europa poniéndolos a disposición de los quezaltecos y también resultado de montar un sistema de distribución, atendía las plazas de Mazatenango, Retalhuleu, La Dicha, Nuevo San Carlos y otros lugares; a la vez que los camiones regresaban con azúcar, sal, maíz y frijol; con lo cual surtía de abarrotes a los consumidores.
Es de mencionar también que puso una línea de transporte de pasajeros entre Quetzaltenango y Mazatenango; que denominó "Transportes Balbina".
Como el negocio de don Justo prosperaba, se vio en la necesidad de ocupar todo el inmueble que tenía para su Almacén y ampliar el espacio de la bodega, por lo cual, decidió comprar la casa de la vecindad para usarla como vivienda junto a su esposa, la española también, Celia Rodríguez Prieto y sus tres hijos: Balbina, Mario y Justo.
Esta hermosa casa, ubicada en lo que en aquel entonces era la 4ta avenida sur No.1; construida allá por los años 1,800 perteneció hasta abril de 1,844 a don Teodoro Rivera. El señor Rivera se la vendió, en septiembre de 1,919 a don Juan Francisco Aguirre, quien la habito por varios años, hasta su fallecimiento.
El 7 de julio de 1,955 doña Amanda Galvez viuda de Aguirre venden ésta casa a don Justo Mora Llano.
Construida bajo los cánones arquitectónicos de la época colonial que predominaban en el siglo 19; podemos observar el clásico patio central alrededor del cual encontramos un corredor y contiguo a éste, las habitaciones; en el centro del patio, una pileta, la cual da un toque de armonía.
En la construcción predomina el adobe, piedra, ladrillo y madera ciprés.
Vemos entonces marcos de puerta de piedra tallada, paredes gruesas, preciosas pilastras de madera con base de piedra, así como las puertas y cielo elaboradas en madera de ciprés, todo esto finamente trabajado y logrado por los talentosos y muy hábiles artesanos de aquella época.
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